domingo, 2 de diciembre de 2012

Pasar cada atardecer contigo cogiéndote de la mano y paseando, merendando bajo cualquier árbol o simplemente bañanándonos en el mar bajo la luna llena... eso es lo que quiero, una vida a tu lado.

Silencio injusto.

¿Alguna vez habéis tenido un amor tan fuerte que se aferra tanto al pecho que incluso llega a doler? Es horrible... y digo horrible porque no tengo el placer de poder despertarme junto a él cada mañana, comérmelo a besos y desayunar juntos mientras miramos cada veinte segundos el reloj que cuelga en el salón para no llegar tarde a clase. Sencillamente, la vida es infinitamente injusta. Mientras yo se cada uno de sus deseos, lo que significa cada gesto que sale de su cuerpo... mientras yo reconozco su aroma entre un millón de personas sin que lleve una gota de perfume, la que escucha sus "te quiero" es otra, que probablemente no conozca ni tan siquiera sus cambios de humor. Podría pasarme horas contando sus infinitas pestañas y no me cansaría, observando sus ojos marrones, castaños al sol, analizando cada lunar de su cuerpo, acabando por el de la mejilla derecha... Y mientras me paro a pensar, llego a la conclusión de que el problema es únicamente mío por no aprender a distanciarme de él, pero no tendría sentido ignorarlo ya que para él todos mis sentimientos se convirtieron en una amistad indefinida. Se podría comparar con un contrato, llamémoslo contrato del amor/amistad.